La obesidad es uno de los principales factores modificables que aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. La acumulación excesiva de tejido adiposo, especialmente en la región abdominal, desencadena alteraciones metabólicas que afectan directamente al sistema vascular y al corazón. Esta relación es progresiva: a mayor grado de obesidad, mayor es la probabilidad de eventos cardiovasculares graves como infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca o accidente cerebrovascular. Como hemos explicado en otros artículos, muchos de los problemas cardiacos no manifiestan síntomas, por ello si padeces de obesidad u otras condiciones similares es de suma importancia acudir a una clínica cardiológica y realizarte un chequeo cardiológico al menos una vez al año de manera preventiva.

Mecanismos fisiopatológicos implicados

El tejido adiposo, lejos de ser un simple almacén de energía, actúa como un órgano endocrino activo. En personas con obesidad, este tejido produce sustancias proinflamatorias, como interleucinas y factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), que generan inflamación sistémica crónica. Además, se altera la sensibilidad a la insulina, se incrementa la actividad del sistema renina-angiotensina-aldosterona y se favorece el estrés oxidativo. Todos estos mecanismos contribuyen al daño endotelial y al desarrollo de aterosclerosis.

Impacto sobre los principales factores de riesgo

La obesidad potencia la aparición de varios factores de riesgo cardiovascular clásicos:

  • Hipertensión arterial: el aumento de volumen plasmático y la activación neurohormonal elevan la presión arterial.
  • Dislipidemia: aumento de triglicéridos, reducción del colesterol HDL y presencia de LDL pequeñas y densas, más aterogénicas.
  • Diabetes tipo 2: la resistencia a la insulina es un puente fisiopatológico directo entre obesidad y diabetes.
  • Síndrome metabólico: conjunto de alteraciones metabólicas asociadas a la obesidad abdominal.

La interacción entre estos factores no es aditiva, sino sinérgica, lo que multiplica el riesgo cardiovascular global.

Riesgo según la distribución de la grasa corporal

No toda obesidad tiene el mismo impacto cardiovascular. La obesidad visceral, es decir, la que se concentra en el abdomen, es más peligrosa que la obesidad periférica. La medición del perímetro abdominal es un predictor más fiable de riesgo cardiovascular que el índice de masa corporal (IMC) por sí solo. Se considera riesgo alto un perímetro superior a 102 cm en hombres y 88 cm en mujeres.

Enfermedades cardiovasculares asociadas a la obesidad

Los trastornos cardiovasculares más frecuentemente asociados incluyen:

  • Enfermedad coronaria: mayor incidencia de angina e infarto agudo de miocardio.
  • Insuficiencia cardíaca: tanto por disfunción sistólica como diastólica, incluso en ausencia de cardiopatía isquémica previa.
  • Fibrilación auricular: la sobrecarga de volumen y presión favorece su aparición.
  • Hipertrofia ventricular izquierda: resultado de la sobrecarga crónica.
  • Trombosis venosa profunda y embolia pulmonar: el estado procoagulante es más común en pacientes con obesidad severa.

El riesgo cardiovascular comienza a aumentar con sobrepeso moderado y se incrementa con la obesidad grado I, II y III.

Evaluación clínica y estratificación del riesgo

La valoración del paciente con obesidad debe incluir:

  • Medición del IMC y perímetro abdominal
  • Evaluación de tensión arterial y perfil lipídico
  • Determinación de glucemia y HbA1c
  • Estimación del riesgo cardiovascular global con escalas como SCORE2 o REGICOR

El cribado temprano permite implementar estrategias preventivas más efectivas y adaptar el seguimiento clínico.

Intervenciones para reducir el riesgo cardiovascular

mujer con obesidad realizando ejercicio

La pérdida de peso, incluso moderada (5-10% del peso corporal), tiene un impacto clínico significativo. Las intervenciones recomendadas incluyen:

  • Modificación de la dieta: reducción calórica, dieta mediterránea, control de grasas y azúcares simples
  • Ejercicio regular: actividad aeróbica mínima de 150 minutos semanales
  • Tratamiento farmacológico: indicado en obesidad grado II con comorbilidades
  • Cirugía bariátrica: en pacientes con obesidad mórbida o cuando han fracasado otras medidas

La estrategia debe ser multidisciplinar e individualizada según las características del paciente.

Prevención: clave desde la infancia

Familia comiendo de forma saludable

La prevención del riesgo cardiovascular ligado a la obesidad debe comenzar en etapas tempranas de la vida. El entorno familiar, escolar y comunitario desempeña un papel determinante. La promoción de hábitos saludables, la educación nutricional y el fomento del ejercicio son intervenciones costo-efectivas que pueden revertir la tendencia creciente de obesidad infantil y juvenil, y con ello reducir la carga futura de enfermedad cardiovascular.