La fibrilación auricular es una arritmia en la que las aurículas del corazón laten de forma desorganizada, provocando un ritmo cardíaco irregular y, generalmente, acelerado. Es una condición frecuente, especialmente en personas mayores, y puede cursar con síntomas leves o ser completamente asintomática. A pesar de ello, su impacto es clínicamente significativo, ya que incrementa el riesgo de ictus, insuficiencia cardíaca y deterioro funcional si no se trata de manera adecuada.
Fisiopatología: cómo se altera el ritmo cardíaco
En condiciones normales, el nodo sinusal marca el ritmo del corazón generando impulsos eléctricos que se propagan de forma ordenada. En la fibrilación auricular, múltiples focos eléctricos desorganizados —a menudo en las venas pulmonares— invaden las aurículas, impidiendo una contracción efectiva. Esto genera una frecuencia ventricular irregular que afecta el gasto cardíaco y puede favorecer la formación de trombos intracardiacos.
Clasificación clínica de la fibrilación auricular
La fibrilación auricular se clasifica según su duración y evolución:
- Paroxística: episodios autolimitados, generalmente inferiores a 7 días.
- Persistente: requiere intervención médica para revertirse; dura más de 7 días.
- Larga duración persistente: se mantiene por más de 12 meses sin resolverse.
- Permanente: cuando se acepta el ritmo fibrilatorio como crónico y no se intenta revertir.
Esta clasificación es clave para definir el abordaje terapéutico.
Factores de riesgo y comorbilidades asociadas
El envejecimiento es el principal factor predisponente. A ello se suman hipertensión arterial, valvulopatías, insuficiencia cardíaca, cardiopatía isquémica, apnea obstructiva del sueño y enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. El consumo excesivo de alcohol, el hipertiroidismo y ciertos medicamentos también pueden inducir o agravar la FA.
Manifestaciones clínicas y complicaciones
Las palpitaciones irregulares son el síntoma más característico. Sin embargo, también pueden presentarse disnea, fatiga, mareo, intolerancia al esfuerzo o dolor torácico. En los pacientes de mayor edad, la fibrilación auricular puede manifestarse únicamente con un empeoramiento funcional o episodios de confusión. La complicación más temida es el ictus cardioembólico, seguido por la insuficiencia cardíaca y el deterioro de la función ventricular.
Estrategias diagnósticas: más allá del ECG
El test de electrocardiograma es la herramienta diagnóstica básica. En casos paroxísticos, puede ser necesario el uso de monitorización Holter de 24-72 horas o dispositivos de registro prolongado. El ecocardiograma transtorácico permite evaluar la función ventricular, el tamaño de las aurículas y la presencia de trombos. En pacientes seleccionados se pueden requerir pruebas complementarias como estudios tiroideos, resonancia cardíaca o polisomnografía.
Opciones terapéuticas: individualización del tratamiento
El tratamiento de la fibrilación auricular se basa en tres pilares:
- Control del ritmo: mediante fármacos antiarrítmicos o cardioversión eléctrica. La ablación con catéter es una opción eficaz en pacientes con FA paroxística refractaria.
- Control de la frecuencia ventricular: especialmente útil en FA permanente. Se utilizan betabloqueantes, calcioantagonistas o digoxina.
- Prevención del tromboembolismo: esencial en todos los pacientes con factores de riesgo, evaluados a través de escalas como CHA₂DS₂-VASc. Los anticoagulantes orales directos (ACOD) han reemplazado en gran parte a la warfarina por su perfil de seguridad.
La elección entre control del ritmo o de la frecuencia debe basarse en la sintomatología, edad, duración de la FA y enfermedades asociadas.
Estilo de vida, seguimiento y prevención secundaria
Un abordaje integral incluye medidas higiénico-dietéticas: control de peso, tratamiento de la apnea del sueño, reducción del alcohol, actividad física regular y control óptimo de comorbilidades como la hipertensión o la diabetes. El seguimiento debe ser continuo, la visita a una Clínica Cardiológica para que el cardiólogo vaya adaptando el tratamiento a la evolución clínica y reevaluando periódicamente la necesidad de anticoagulación es de vital importancia para preservar la salud del paciente.